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sábado, 27 de enero de 2007

Deltoya (Octubre de 2004)

DELTOYA

Me llamo John Doe. Tengo 45 años, estoy casado y vivo en Deltoya, un barrio de aspecto siempre otoñal en cualquier época del año. No recuerdo el nombre de la ciudad en la que está ubicado. Me gustan los libros, escuchar música y ver alguna película. Mi mujer se tira a mi mejor amigo, y mi mejor amigo se tira a ella. Trabajo como ayudante de electricista.12 horas diarias entre semana y las mañanas de los sabados. Tengo un perro, bueno, lo tenía hasta hace un par de semanas. Lo atropelló un camión. Aun no lo he superado. Mi mujer trabaja por las tardes en un supermercado. Su nombre es Aileen. Tiene 14 años menos que yo. Dave, mi mejor amigo, tiene 42, sólo 3 menos que yo, pero la vida lo ha tratado mucho mejor. Su pelo encanece un centímetro al año. En cambio, mi pelo practica el paracaidismo con frecuencia. Dave es vicepresidente de la cadena de supermercados en la que trabaja Aileen. El resto es historia fácil de suponer. Hace cuatro meses que sé lo suyo. Creo que ellos aun no saben que lo sé. Todo resulta casi divertido. Nunca los he visto en ninguna situación comprometedora, pero no hace falta. Este tipo de cosas se saben. Me jode, me jode muchísimo.

Hoy, domingo, me he despertado feliz, sumido todavía en algún sueño. No suelo recordar mis sueños con total claridad, pero éste ha dejado una imagen grabada en mi memoria. Las escaleras que separan el primer piso del segundo en un hotel de dos estrellas situado en la parte oeste de la ciudad. Oatley Tap, se llama el sitio. Es una pensión de mala muerte, y es el lugar de nuestras juventudes. En él, tanto yo, en 1966, como Dave, un par de años más tarde, fuimos desvirgados y desvirgamos a un buen puñado de chicas. Aileen había nacido tan sólo unos pocos años antes.

Oatley Tap es, desde aquellos tiempos, el lugar donde Dave pasa la mayoría de sus ratos de ocio. Maldito sea su nombre.

Como decía, me he despertado feliz....hasta que he visto la cabeza de Aileen en la almohada, junto a mí. Es guapa, una preciosidad, pero no es la misma con quién me casé. No es más que una niña, a mi entender. No hemos tenido hijos en ocho años. Se casó con 23 años; ¿en qué estaría pensando? ¿En que estaría pensando yo?

Durante el desayuno, me ha preguntado qué coño le dije anoche. Me sorprendo, no recuerdo nada, no sé de que me habla. Pero ella insiste, le murmuré algo al oído mientras dormía. Por fin, se me hace la luz con total claridad y recuerdo al momento.

A las dos de la mañana, Aileen duerme como un tronco. He estado leyendo en la sala varias horas. Me he lavado los dientes y me he metido en la cama, junto a su cuerpo. He contemplado su pelo sobre la almohada, he acariciado su oído, he acercado la boca y he murmurado:

“Duerme, mi pequeño ángel del apocalipsis. Tus alas necesitan descansar. Ha sido un duro día y mañana volarás. Todos volaremos pronto, pronto. Duerme, y verás mi rostro en tus sueños. Seré lo que quieras que sea, lo que yo quiera ser, mejor que un hombre-pájaro. Soy tu pesadilla.”

He sonreído por dentro, por fuera, y su respiración ha cambiado. La he besado suavemente en el oído y he cerrado los ojos. He soñado con...no, no lo recuerdo. Oh, sí, con unas escaleras.

Aileen me mira, suspira y se concentra en su desayuno. Le pregunto si quiere ir a pasear esta tarde y dice que no, que va a ir a visitar a su amiga Sally, al hospital. Sonrío para mis adentros. Me ducho, me visto y salgo a comprar el pan y el periódico. Aprovecho para dar una vuelta por Deltoya. Es un barrio grande, bonito, un buen sitio en el que perderse un tiempo. Es El Lugar. Me gusta cómo suena. Cualquier rincón de Deltoya desprende un olor evocador de otros tiempos, otros sitios. Deltoya es La Capital.

He comprado un arma. He tenido que mostrar la licencia varias veces, pero al fin, el vendedor se ha encogido de hombros y me ha permitido pagar. Es un revólver de diseño clásico, de los de seis tiros. No creo que tenga que usar más de dos o tres disparos, pero también he comprado munición. En eso se ha ido el sueldo de toda la semana.

Aileen y yo hemos comido en silencio. Ambiente tenso. Hemos visto las noticias en el Canal 6.

“...Marido golpea a esposa hasta la muerte y luego se suicida. La mujer le había sido infiel.”

Aileen ha aguantado el peso delator con gesto estoico. He comentado que me parecía una atrocidad increíble y ha asentido, atragantándose. Me ha parecido que me miraba tristemente, como asimilando que yo había descubierto el asunto, pero he sonreído y he puesto otro canal, “para que no te atragantes con esas barbaridades”. Y luego he añadido “cariño”. Ha sonreído, ha disimulado un gesto de alivio. Virgen santa, el mundo está lleno de hipócritas.

He fregado los platos mientras Aileen recogía la mesa, después ha ido a prepararse para salir. En el tiempo que le ha llevado ducharse, elegir un bonito vestido “para visitar a su amiga en el hospital”, maquillarse y arreglarse el pelo, me ha dado tiempo a fregar la cocina y pasar el aspirador por toda la casa. Me da vergüenza admitirlo, pero la he espiado mientras se vestía. He observado el ritual de la gata en celo, por así decirlo. Ha salido de la bañera, se ha secado y se ha dirigido desnuda hacia la habitación donde guarda su ropa. Ha estado casi cinco minutos eligiendo la ropa interior, al final se ha decidido por un bonito conjunto que yo nunca antes le había visto. Medias negras, ceñido vestido rojo de una pieza y zapatos negros de tacón asesino. Ha salido del cuarto y he fingido que estaba pasando el aspirador por las alfombras. Apenas me ha mirado, ella, dominándolo todo desde la altura que le proporcionaban sus tacones, y yo, agachado, encorvado intentando desenredar el puto cable del aspirador.

Se ha marchado de casa con un breve “hasta luego”. Después, en la calle, un conductor al volante de un Wolksvagen ha parado el tráfico por algunos instantes, al quedarse clavado en el paso de cebra observándola cruzar la acera que la llevaba “al hospital”.

He calculado minuciosamente el tiempo transcurrido, imaginándome los hechos en mi mente. Aileen ha tardado diez minutos en llegar a Oatley Tap, siempre que haya ido caminando, aunque ella no suele tomar taxis. Ha entrado, ha subido las escaleras, se ha detenido en el cuarto peldaño, que está medio podrido y al pisar sobre él cruje sonoramente, después ha llegado hasta el duodécimo, que también saca ruido, y de allí ha conorado la cima de las escaleras. Muy bien, ya está en el segundo piso. La imagino paseando la mirada entre las distintas puertas, buscando un número. Sé que número busca, el 13. Dave siempre elegía esa habitación. Oh, ya lo ha encontrado. Camina despacio y de puntillas, intentando no hacer ruido. Golpea suavemente con los nudillos en la puerta. Se abre. Rápidamente un brazo sale disparado y la agarra, arrastrándola violentamente hacia dentro.

Se acabó el margen de tiempo. Me pongo en marcha. Salto al volante, y tardo tan sólo tres minutos en cruzar una buena parte de Deltoya. Ante mí, el Oatley. Bajo del coche lentamente pero con firmeza en cada movimiento. El revólver murmura y se agita bajo mi abrigo.

Estoy frente a las escaleras que llevan al segundo piso, y es El Fin.

¿Qué es exactamente lo que quiero hacer? ¿Realmente quiero matar a Dave, a Aileen? El arma me susurra desde su escondrijo entre mi ropa. Intento imaginar qué aspecto tengo. Sombrero oscuro hasta las cejas, abrigo negro, una mano en el bolsillo, aferrando algo metálico de seis tiros, la otra mano sosteniendo un cigarrillo encendido, el humo flotando hacia arriba, envolviendo mi rostro, dándome un aire a mafioso. ¿Es eso lo que soy? ¿Quién soy? ¿Cómo se llama mi mujer? ¿Porqué es Dave mi mejor amigo? ¿Cuándo ví por primera vez a Aileen? ¿Estaba Dave allí también? ¿Hacía sol ese día? ¿Hacía sol de invierno en Deltoya?

Hace sol de invierno en Deltoya, el confín del mundo. Hay un océano que separa un mundo de otro, y también una playa. La playa está casi desierta. Sólo hay dos niñas pequeñas bañándose en el mar. El sol es más caluroso ahora, y las niñas, Aileen de cinco años y su hermana Ann de cuatro, se despojan de los minúsculos bañadores y nadan desnudas en el mar azul, con el sol calentando sus pequeños cuerpos. Desde una distancia lejana, dos adolescentes, John Doe de diecinueve años y su mejor amigo, Dave Larsen, de 16, contemplan el sol, el mar y las niñas. El mayor comenta que es el lugar más bonito del mundo, Deltoya. El otro opina que son las chicas mas bonitas del mundo, Deltoya. John vuelve a insistir en la belleza, Deltoya, y Dave declara que se ha enamorado de la niña de cinco años, Deltoya. John le llama asaltacunas, pero piensa para sus adentros que también está enamorándose de la niña. Y allí, en el confín del mundo,en Deltoya, bajo el abrasador sol de invierno, jura para sí mismo.

“Algún día será mía”.

Entonces Dave, con los ojos clavados en el mar, pronuncia algo en voz alta.

“Algún día será mía”

Estoy frente a la habitación número 13, y es El Fin.

Abro la puerta a patadas. Las bisagras se resquebrajan. Entro empuñando el arma con las dos manos, sin decir una palabra. Dave está sobre Aileen. El vestido de esta, o los restos que quedan, yacen desperdigados por el suelo. Dave grita, palidece y salta de la cama, tratando de taparse patéticamente con las sábanas. Aileen, también desnuda, no dice nada, se hace un ovillo en la cama y coloca la almohada delante suyo, a modo de escudo. No es capaz de articular palabra.

- ¡John! – Balbucea Dave, muerto de miedo. La imagen que ofrecen los dos es para descojonarse.

- Sí. – Sonrío malignamente. – Sí campeón. El mismo.

Me pregunto que pasará si aprieto el gatillo. Llego a la conclusión de que me da igual, Deltoya.

La policía llegó a las seis y media de la tarde. Aileen Doe, de 31 años, residente en Deltoya, se hallaba en precario estado mental. Estaba sentada en la cama de la habitación número 13 de una pensión de mala muerte, Oatley Tap. Desnuda y manchada de sangre que no era suya. En toda la habitación había señales de una sangrienta lucha a muerte, pero ningún cadáver se ocultaba en la estancia. La ventana estaba abierta. Se llevaron a la mujer a un centro psiquiátrico. Al día siguiente, los detectives intentaron descifrar lo que decía entre susurros casi ininteligibles. Esto fue lo que sacaron.

“Soy tu pesadilla, dijo John. No sé cómo pudo saber que Dave y yo estábamos en Oatley Tap. Maldita sea. John tenía un arma, pero Dave también. Dispararon casi al mismo tiempo...no, espera, John no disparó. Fue Deltoya quien lo hizo. Es este lugar. Está embrujado. Algo pasó, pero luego ninguno de los dos estaban. Y había sangre por todas partes. Me da igual. ¿Dónde están? ¿Quién puede encontrarlos? Encontradlos, por favor. Llevadme a la playa. Quiero bañarme. Allí me vieron por primera vez. Me enamoré de los dos al instante. John era romántico, Dave un animal sexual. Yo los quería a los dos, pero al final tuve que decantarme por uno...Oh, Dios, ¿a quién elegí? Deltoya dijo que sólo podía elegir a uno...¿qué he hecho? Oh, Deltoya, lo siento, lo siento tanto...”

Estoy frente al mar, y es El Fin.

Dave flota boca abajo sobre el agua. Está muerto. Yo no lo he matado.Ha sido Deltoya. Me llamo John Doe. Mi mujer se llama Aileen. Todos nos llamamos John, Aileen y Dave, y somos Deltoya. Deltoya es el lugar donde vivimos, el lugar de donde venimos y el lugar al que vamos. Deltoya es La Luz. Dave flota hacia La Luz. Me da igual. Deltoya. Yo también estoy muerto. Ahí viene Aileen, celebrando su funeral. Qué más da, Deltoya.

Otra paranoia en forma de relato corto.

Me da igual, me voy a poner del to’ ya sin parar.

Dedicado al gran poeta del rock bravío, Robe Iniesta, Rey de Extremadura

5-10-04 – 6-10-04 LOCAL HERO



Sí, es una puta mierda, pero quería sorprender.

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