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jueves, 28 de diciembre de 2006

Dos centinelas erguidos (Para aNNa)



“Como dos centinelas erguidos, mis bigotes protegen la entrada a mi verdadero ser”.

Salvador Dalí.

Inocente como una bruja quemada el día de los inocentes, te veo cada noche sola, ante tu espejo mágico que sólo puede reflejarte a ti, maquillarte con delicadeza grandes lágrimas negras, exageradas, temblorosas como bailarinas, y acompañadas en tu cara por una roja nariz de payaso. Es la forma que tienes de exteriorizar tus penas, y no diré nada en contra, ya que jamás me atrevería a decirte nada, ni siquiera me atrevería a cruzar el umbral de tu ventana, en cuyo alféizar me paso las noches posado mirándote.

Alguna vez me gustaría, quisiera, poder invitarte cada noche a que tú me veas a mí, en el teatro de los sueños, sobre el escenario, actuando junto a mis compañeros con los que comparto profesión, sueños y frustraciones. Ya sabes, pensé que tal vez fuese buena idea invitarte al espectáculo para que sintieras la magia, y por una noche no fueses tú la que tuviese que disfrazarse para desahogarse, da lo mismo que lo hagas entre las sombras de tu habitación, ante tu espejo en el que sólo tu imagen es reflejada. Sólo por esta noche, te demostraría que las palabras tienen tanto valor como las imágenes, y que nada puede escapar del embrujo de nuestra magia, la que aguarda al otro lado de tu espejo y en cada recodo que dejas atrás cuando avanzas, imparable e inexorable, ausencia de pausas, en tu camino, con un destino lleno de oscuridad.

Sólo por esta noche, quiero imaginar que eres tú la que me observa a mí, sentada entre las butacas del viejo teatro de mi vida y donde moriré, sentada entre la multitud, porque para mí esa noche el público sólo serás tú. Y ahí estamos sobre el escenario, mis compañeros de fatigas, historias y derrotas, que siempre somos derrotados, cada noche, por mucho sentimiento de victoria que tengamos. Morimos cada vez que pasa un segundo de tiempo, ya que significa un segundo de tiempo menos que nos queda para seguir haciendo lo que mejor sabemos hacer, dibujar con nuestros cuerpos y nuestras palabras mil mundos e historias que hagan la vida más feliz a gente como tú, a toda esa gente. Y ahora, mientras muero, esta noche, mientras agonizo, quiero abrirte la puerta de mí, esa puerta que dos centinelas erguidos, continuamente, protegen, impidiendo la entrada a mi verdadero ser. Quisiera que fueses la primera persona a la que dejase entrar y conocerme de verdad, más allá de lo que el público conoce de mí a través de los papeles que interpreto noche tras noche y mucho más allá de lo que mis pocos amigos de verdad, los poquísimos que me quedan, creen conocer de mí por las pocas frases que cruzo con ellos o por lo que intentan descifrar a través de las líneas de mis escritos. No les culpo, nunca he sido fácil de conocer ni he intentado serlo, pero es la primera vez que dejo entrar a alguien, y quiero que seas tú. Y esta noche, aunque seamos siete sobre el escenario y doscientos cincuenta en el público, para mí solo estaremos tu y yo, bailando sobre las cenizas de un mundo que ardió demasiado pronto, sobre esas cenizas en las que suelo escarbar para encontrar las historias sobre las que escribo. Y una vez que atravesases la puerta…¡Desplegar velas y a volar!

Y ahora somos dos centinelas erguidos, bailando bajo la Luna Cazadora que domina mi mundo interior, iluminando esas mismas cenizas sobre las que alcanzamos una gran velocidad que nos permite danzar a la par que perseguimos esa misma Luna, llena y radiante, insaciable, que continuamente busca una nueva presa que cazar. E inevitablemente, la Luna Cazadora pondrá su ojo en ti, una flor demasiado extranjera como para haber nacido en este jardín, e intentará atravesarte con su arco, y allí en medio estaré yo para interponerme, pues tengo alma de Salvador, y al suelo caeré de rodillas, y mis ropas tendrán sangre, y al mezclarse con las cenizas volveré a renacer cual fénix, pues no puedo dejar de protegerte en este mundo que he creado para ti, aunque tú nunca llegues a estar en él. Tengo alma de Salvador porque por ti es lo que quiero ser, porque soy lo que quieras que sea, y esta vez soy Salvador Dalí, “como dos centinelas erguidos, mis bigotes protegen la entrada a mi verdadero ser”, repetiré una y mil veces, soy Salvador Dalí, el genio que tuvo que llevar la carga de ser llamado con el mismo nombre que su hermano mayor, Salvador, difunto antes de haber nacido él, y condenado a ocupar su lugar por siempre, y supo hacerlo con nota, como artista y mago, como lo que soy yo, y también soy Juan Salvador Gaviota, libre para volar en cualquier momento que sea necesario y si lo deseas, y sé que lo admiras, también soy Salvador Puig Antich, porque muy probablemente tendré que morir por defender unos ideales, sobre un escenario y en el más oculto de los mundos, pero nací destinado y preparado para ello. Y después de eso sólo seré otra piedra más de este mundo, pero que más me da, mis horizontes son mucho más amplios que los de mucha gente, y con que tú lo sepas me basta. Y esto viene porque quisiera que nunca más tuvieras que ponerte delante del espejo y pintarte enormes lágrimas negras rodando por tus mejillas, ni esa enorme y roja nariz de payaso con la que quieres dar a entender algo que realmente no eres, aquí el único actor soy yo y sólo quiero que sonrías de verdad, entre las butacas del teatro, entre las sombras de tu habitación, frente a tu espejo que sólo puede reflejarte a ti, y que cuando estés de nuevo frente a él, sin lágrimas ni narices de payaso, puedas asomarte, atravesarlo y llegar a este mundo, la magia de la teatralidad que trato de transmitirte, pues hoy yo canto, lloro y actúo por ti, es mi trabajo y es lo que deseo hacer, y si puedes darte cuenta de eso y contemplar el mismo horizonte que yo, mi horizonte, el que nunca se acaba, con eso me doy por satisfecho. Y ahora cierra los ojos, pues la función de hoy ya ha terminado, y debo darme prisa si quiero llegar a tiempo para estar en tus sueños, pues sé muy de antemano que tú, hoy, como ayer, como todas las noches, estarás en los míos.

Y jamás, nunca, ni en mil años, tengas miedo de tus sueños, pues, aunque yo no pueda construirlos ni ser parte de ellos, velo por ellos todas las noches, todas las noches de teatro y luna llena, Luna Cazadora, maldita sea, ni uno sólo de entre todo el público, todos los que leáis esto, ni uno solo llegaréis a entenderlo como lo entiendo yo, y me da igual, por primera vez no escribo por mí, hoy escribo por ti, la única persona que me importa que entienda esto.

Nadie jamás ha tenido esta invitación para entrar a mi mundo, ni nadie más la tendrá, así que puedes sentirte afortunada, tal vez. Ya puedes dejar de leer, ya he soltado todo lo que tenía que decir. Ahora me retiro a descansar, el frío ya está llegando y tengo las manos agarrotadas. Tal vez esta noche sea la última, pero ha valido la pena. Hasta siempre. Te veré en alguno de los mundos, en alguno de mis sueños.

De esos que tengo cada noche contigo.

LOCAL HERO 19 AÑOS 28/12/2006

lunes, 18 de diciembre de 2006

Sinfonía final

ACTO I

El escenario está cubierto de arriba abajo por sábanas rojo sangre. El resto del decorado consiste en una luna brillante ubicada en la parte superior derecha, entre nubes rojas de una tonalidad más oscura que el fondo. La parte inferior del decorado es un mural compuesto por cuadros de estilo Renacentista. Sobre el escenario, una figura es iluminada por los focos. Es El Viajero. Viste con ropajes anticuados, también renacentistas y parece que ha visto mundo: sus ropas están viejas y polvorientas. Un enorme sombrero tocado con una estrafalaria pluma negra corona su cabeza, la cual mantiene agachada, ocultando así la práctica totalidad de su rostro. Se apoya sobre un bastón de viaje. No se ve ningún rastro de su supuesto equipaje. Una melodía oscura e inquietante de violín nos introduce en el ambiente. La composición se titula “Sueños Diabólicos”.

VIAJERO (Recitando en armonía con la música):

“Por mí se va a la ciudad doliente

Por mí se va al eterno sufrimiento

Por mí se va a la gente condenada

Antes de mí no fue cosa creada

¡Oh, los que aquí entráis, abandonad toda esperanza!1

El foco que lo ilumina se desvanece y el escenario queda completamente a oscuras. La música crece en intensidad y se hace más angustiosa. Crece hasta llegar a una tonalidad brutal y cesa bruscamente, terminando en notas que lentamente se silencian.

ACTO II

Interior del castillo de Sussex, Inglaterra. Edad Media

El escenario se ilumina. Ya no hay música. Vemos lo que parece ser un salón medieval, con una larga mesa llena de manjares a la que se sientan 4 hombres y 2 mujeres, con lujosa ropa de duques y nobles de alta alcurnia en la Edad Media. Una chimenea encendida en la parte izquierda y un fastuoso sofá verde de 3 plazas en la derecha completan la escena. El hombre que preside la mesa es el más ricamente vestido de todos los asistentes, y su opulencia es la más notable. Es el Duque Aleister, dueño del Condado de Sussex.

ALEISTER: Y bien, mis queridos amigos...

HAZLITT (Interrumpiendo): ¡Brindemos por el cumpleaños del duque Aleister!

(Todos los comensales levantan su copa, incluido Aleister, aunque con menos entusiasmo).

TODOS (Menos Aleister): ¡Viva el cumpleaños del duque Aleister! ¡VIVA!

ALEISTER (Resignado): Gracias. Quería deciros que os agradezco a todos el acudir a esta fiesta.

DELUFELL: No se cumplen cincuenta años todos los días. Y si sólo fuese ese el motivo de esta celebración...

HAZLITT: ¡Eres duque, Aleister! ¡El duque de Sussex, el condado más importante de Inglaterra! ¡Te has convertido en uno de los hombres más poderosos del mundo!

MORTIMER: Sí. Creo que el reino de Inglaterra está muy próximo. De aquí a 5 años a lo sumo tendrás todo el imperio bajo tu dominio.

AILEEN: ¡Por nuestro futuro rey! Nathalie, ¿Porqué no nos recitas un poema que rememore para siempre el inicio de la era de Aleister?

HAZLITT: Eso, no sería mala idea, Nathalie. Me muero por escuchar nuevamente aquel del bohemio y el ave que irrumpía en su habitación2.

(Nathalie se levanta de su asiento, lentamente. Su vestido es negro, en contraste con los alegres colores de las vestimentas de los demás. El pelo rubio le cae suavemente. Apoya las manos en la mesa con firmeza, y mira a todos escrutadoramente.)

NATHALIE (En tono amenazante): Está bien, os recitaré una estrofa si eso es lo que queréis, si acaso no hay otra manera de silenciar vuestros elogios rezumantes de falsedad.

(Mortimer, Aileen, Delufell y Hazlitt se quedan boquiabiertos y la miran.)

DELUFELL: Pero...¿De qué hablas?

(Aleister también se incorpora, con expresión seria.)

ALEISTER: Ya sabes de lo que habla, Delufell. Todos vosotros lo sabéis. Y yo soy el máximo culpable de esta lamentable situación.

(Aleister posa su mano derecha sobre la de Nathalie, apoyada en la mesa).

ALEISTER: Recítanos, Nathalie. Algo que nos haga pensar y ser conscientes de nuestra deplorable humanidad. Y después te prometo que se acabaron las mentiras y lo contaré todo. Por favor, Nathalie.

(Nathalie retira sus manos de la mesa y camina unos pasos hacia delante, más cerca del público. Los comensales son bañados por una leve oscuridad, y una tenue luz se concentra en Nathalie, mientras suena una suave sinfonía de fondo.)

NATHALIE (Recitando):

En esta basura pétrea, ¿qué raíces prenderán?

¿Qué ramas crecerán? Hijo de hombre

No lo puedes decir ni adivinar, pues conoces sólo

Un montón de imágenes rotas donde el sol golpea

Y el árbol muerto no resguarda, el grillo no da alivio

Ni en la piedra seca suena agua. Sólo

Hay sombra bajo esta roca roja,

(Ven a la sombra de esta roca roja),

Y te mostraré algo distinto de tu sombra

En la mañana, siguiéndote a zancadas,

O de tu sombra que a la tarde se eleva hasta encontrarte;

Te mostraré el miedo en un puñado de polvo3.

(Fin de la música. La luz vuelve a iluminar la mesa, a la que Nathalie vuelve lentamente. Vuelve a tomar asiento mientras los demás la miran silenciosamente).

ALEISTER (Lentamente): Gracias...Nathalie.

NATHALIE: Es tu turno. Habla y haznos conocedores de tu verdad.

MORTIMER: Sí, parece que hay una verdad más allá de la que creíamos conocer...

AILEEN: Venga, Aleister. Nos has traído a tu roca roja, ahora muéstranos...

DELUFELL: Queremos conocer el miedo en un puñado de polvos.

HAZLITT: De polvo.

DELUFELL: Eso. Te escuchamos, duque Aleister de Sussex.

NATHALIE: Comienza.

ALEISTER: Bueno...

(Se oscurece la luz, y sólo Aleister es levemente iluminado).

ALEISTER: En la mejor tradición de las historias que no le importan a nadie, empezaré por el final. A lo largo de mi vida he cometido tantos errores como arenas hay en el mar. No soy un buen hombre. He llegado a los cincuenta años y soy Duque, pero si éste mundo fuera justo no habría cumplido la treintena sin haber sido ahorcado o quemado como un asesino, que es lo que realmente soy. Mi camino hacia la cima esta construido con cadáveres y bañado con sangre. Coloqué un cinturón de castidad a mi difunta esposa, maté a mis amantes en mi propia cama matrimonial, mandé envenenar a todos mis enemigos y quemé pueblos enteros y puentes. Y esto lo sabéis bien, de hace ya más de veinte años. Todos me prestasteis vuestra ayuda y vuestros ejércitos, y gracias a vosotros soy ahora duque. Y también uno de los peores hombres del mundo.

NATHALIE: ¿Todos? No guardo ese recuerdo..

ALEISTER: Eras demasiado joven, pero tu padre y yo éramos amigos. Aunque no al mismo nivel que los demás, me ayudó a tomar Kingsbridge.

NATHALIE: Lo sé. La mayoría de mis veinticinco años los pasé allí, y todos mis conocimientos tanto personales como artísticos salieron de Kingsbridge. Bueno, continúa.

MORTIMER: Espera...hace tanto tiempo de eso que no recuerdo los detalles del trato, pero si no me equivoco estaba acordado que nunca más se hablaría del tema, ni siquiera contigo.

DELUFELL: Es cierto, también me viene ahora a la memoria. Mi ejército barrió a varios enemigos tuyos del mapa para siempre.

HAZLITT: Y mis espías te informaron de la situación de los demás.

AILEEN: ¿Y a que viene todo esto ahora? Yo todavía no había nacido, no tenía ni idea de todo esto...

ALEISTER: Se debe a que he llegado al fin de una etapa de mi vida. Tengo cincuenta años, ¿cuántos pueden quedarme? Estoy viendo el final de cerca. Tengo un título importante, el que siempre he perseguido, pero me doy cuenta de lo que soy. No hay ningún tesoro oculto en el final del camino, ninguna sorpresa me aguarda tras el trono, sólo la constatación de que soy un criminal que tiene miedo de ir al infierno.

NATHALIE (suspirando): Tú también has leído a Dante, ¿eh? Me parece demasiado tarde para arrepentirte de tus pecados.

MORTIMER: Creo que ninguno de los aquí sentados, salvo Nathalie e Aileen, merecemos la salvación. No merecemos otra cosa que el castigo eterno.

ALEISTER: Hay algo más. Todos, mediante lectura de La Divina Comedia, conocéis sin duda lo que aguarda tras atravesar la puerta del infierno, excepto, quizás, Delufell...

DELUFELL: La verdad, nunca fui aficionado a leer a los clásicos...ni a los modernos.

AILEEN: Yo seguiré, Aleister. Siempre sentí predilección por ese pasaje. Tras llegar al Hades y atravesar la puerta del infierno, Dante y Virgilio llegan a orillas de la laguna Estigia, en las cuales las almas recién llegadas del reino de los vivos se agolpan, clamando y llorando por atravesar el río. El encargado de facilitarles esa labor es Caronte, el barquero del infierno, que surca las oscuras aguas a bordo de su embarcación, en la que transporta a los muertos hasta la otra orilla.

DELUFELL: ¿Por qué? ¿Qué es lo que hay allí?

NATHALIE: El Hades esta dividido en ocho círculos o prisiones, y la primera de ellas es El Tribunal Silencioso. En ella Minos juzga las almas que llegan atravesando la laguna Estigia y les otorga el castigo eterno que les corresponde.

ALEISTER: No nos desviemos del tema. Nathalie, ¿conoces las estrofas dedicadas a Caronte?

NATHALIE. Por supuesto. (Se pone en pie y recita):

Y he aquí que viene en bote hacia nosotros

Un viejo cano de cabello antiguo

Gritando “¡Ay de vosotros, almas pravas!”

No esperéis nunca contemplar el cielo

Vengo a llevaros hasta la otra orilla

A la eterna tiniebla, al hielo, al fuego

Caronte, demonio con ojos de fuego

Llamándolos a todos recogía

Da con el remo si algo se atrasa1.

(Toma asiento de nuevo).

ALEISTER: Gracias de nuevo. Pero hay una cosa que no se menciona en La Divina Comedia, y es en lo que quiero centrarme.

MORTIMER: ¿Te refieres a la costumbre milenaria de las monedas de oro en la boca de los difuntos?

DELUFELL: Francamente, no veo la relación....

AILEEN: ¿Por qué crees que en los funerales se colocaba una moneda bajo la lengua del cadáver? Y una moneda de oro, nada menos.

DELUFELL: Supongo...supongo que para que pudiesen pagar a Caronte para que les llevase en su barca. ¿Me equivoco?

ALEISTER: Claro que no. Sigue deduciendo.

DELUFELL: Pues...sólo los adinerados podrían pagar. Y los pobres se quedarían en la orilla, vagando para siempre, sin esperanza.

HAZLITT: ¿Y no sería eso mejor que entrar en el infierno y recibir un castigo eterno?

NATHALIE: No. Cumpliendo el castigo, puede que algún día Hades, el dios de los muertos, decida concederles el perdón, o les libere de sus tormentos. Que considere que han cumplido su pena, vamos. Pero pueden pasar miles de años. Aún y todo, es preferible a quedarse en la orilla sin ser...nada.

AILEEN: Una moneda de oro...ya no se encuentran en este mundo.

ALEISTER: Sí, hay una mina al norte de África en la que aún se obtiene oro puro. Y voy a invadirla.

HAZLITT: ¿Pero por qué? ¿Qué te han hecho esos pobres negros?

MORTIMER: No pretenderás hacerte con una moneda de oro para...

DELUFELL: ¡Aleister, todo eso no es más que un poema! ¡La moneda sólo forma parte de una antigua costumbre funeraria! Sólo es... una superstición.

NATHALIE: Siento contradeciros, pero todo es cierto. Yo he estado allí, en las prisiones infernales, y he visto a los condenados sufriendo y pagando sus pecados. Estuve dentro de la Judesca, el lugar en donde se erige el trono del señor Hades, y también observé a los aullantes agolpándose en la orilla, algunos con sus resplandecientes monedas aferradas firmemente, otros sin nada.

AILEEN: ¿Y te parecieron más desgraciados los que no tenían nada?

NATHALIE: Todos parecían igual de desgraciados, desnudos y vociferantes, hasta que Caronte llegó en su barca con su monstruosa apariencia, cogió las monedas que le tendían y subió a bordo a golpe de remo a los que le pagaron. La embarcación llena de muertos que se alejaba no parecía nada agradable, pero la imagen de los que se quedaban era desconsoladora. La absoluta pérdida de esperanza reflejada en sus rostros, y sus gritos de terror...

HAZLITT: ¿Cómo es que has estado en todos los lugares del Hades y estás viva? ¿Quién eres tú en realidad?

NATHALIE: ¿Yo? (Sonríe.) No soy más que una chica solitaria que en las tardes de los domingos, entre las sombras de mi alcoba, los difuntos veo pasar.

AILEEN: Nathalie tiene poderes sobrenaturales y puede pasearse por distintas dimensiones de tiempo y espacio, controla el sexto y séptimo sentido. Es un ser humano con cualidades superiores.

DELUFELL: Así que las brujas siguen existiendo...

NATHALIE: Pero a mi no me meteréis en la hoguera.

ALEISTER: Nadie lo pretendemos. No he terminado de explicar lo que quiero pediros.

MORTIMER: ¿Ahora también tenemos que ayudarte? ¿No tendrá que ver con tus ansías de invadir África y robarles una moneda de oro, verdad?

ALEISTER: Pues sí, es eso mismo. Necesito toda la ayuda que me podáis ofrecer, todas vuestras tropas y todo vuestro apoyo logístico para declarar la guerra a África. Una vez tenga esa moneda de oro en mi poder, no deberé temer a la muerte, pues tendré el pase para el Hades. Es lo último que os pido. No me queda mucho tiempo de vida y es mi última voluntad. No puedo prometeros nada a cambio, sólo el ducado de Sussex. Administradlo como decidáis.

DELUFELL: Aleister...¿Estás seguro de que quieres la guerra? Es algo absurdo, yo...supongo que te doy mi ayuda. Espérame en el infierno. Mañana mismo enviaré mis tropas a África.

HAZLITT: Si es tu última voluntad...Estoy con Delufell. Allí estará mi ejército, buscando tu moneda de oro. No es algo que corresponda con mis ideales, pero no creo que ninguno de nosotros seamos buenas personas, y ni mucho menos creo que una serie de buenas acciones borren nuestros actos de maldad del pasado. Tú eres nuestro líder.

AILEEN: Aunque no tengo experiencia, mi padre siempre decía que la mejor manera de ganar una guerra era ser amigo del que más amigos tenía, y éste es un claro ejemplo. Por nuestra amistad eterna, acepto. Aceptamos y nos condenamos. En el más allá pediremos perdón a los negros inocentes que vamos a matar.

MORTIMER: ¿Tengo alguna otra altenativa?

ALEISTER: Eres libre de decidir, ya lo sabes.

MORTIMER: No me parece en absoluto una decisión libre, más bien obligada. Y no me queda otro remedio que aceptar. También mi ejército atacará mañana a esos inocentes africanos. Nos veremos frente a Caronte.

ALEISTER: Y tú, Nathalie...supongo que es inútil preguntar.

NATHALIE: Eso es. No cuentes con ello.

AILEEN: Todos imaginábamos tu respuesta. Ojalá pudiese negarme como tú, pero no tenemos opción. Aleister es nuestro amigo y nuestro duque y le hemos jurado lealtad.

ALEISTER: Y por ello os estaré eternamente agradecido. Ya hemos hablado bastante, voy a retirarme a mi alcoba a descansar. Os invito que paséis esta noche en palacio, es demasiado tarde para regresar a vuestras casas.

DELUFELL: Brindo por ello.

(Todos, excepto Nathalie, alzan su copa y brindan).

TODOS EXCEPTO NATHALIE: ¡Por la moneda de oro! ¡Por el ducado de Sussex! ¡Por Inglaterra!

NATHALIE (Irónicamente): Por Caronte y el Hades.

(Suena de nuevo “Sueños diabólicos” y cae el telón).

ACTO III

Alcoba de Aleister, una semana después, a las dos de la madrugada.

Una lujosa y grande cama a la izquierda del escenario, sobre la cual duerme Aleister. Una ventana grande, oscura y gótica, a través de la que se introduce Nathalie sigilosamente.

Desenvaina una espada, camina hasta la cama y la hunde violentamente en el pecho de Aleister. Éste se despierta bruscamente, lanzando un alarido sobrecogedor. Se cierra el telón.

ACTO IV

El mismo escenario. Sobre una mesilla hay dispuesta unas velas negras en círculo.

Aleister duerme en su cama. Nathalie entra por el ventana y camina hacia él. Antes de que llegue, Aleister se incorpora con rapidez, asustado.

ALEISTER: ¡NO! ¡ALÉJATE DE MÍ, DEMONIO!

NATHALIE (Riendo relajadamente): Jaja...estás soñando. Esta vez no llevo ninguna espada, ¿lo ves? (Alza los brazos).

ALEISTER (Relajándose, se sienta en la cama): Vaya...he tenido una pesadilla terrible entonces. ¿Y tú cómo sabes lo que he soñado?

NATHALIE: Si supieras todo lo que sé y puedo llegar a saber...No como tú, que no distingues los sueños de verdad de los de mentira.

ALEISTER: Entonces esto de ahora, ¿qué se supone que es?

NATHALIE: ¿A ti que te parece? (Sonríe). Un montón de imágenes rotas, tal vez.

ALEISTER: ¿A qué has venido? ¿A traerme noticias acerca de la triunfal situación en África?

NATHALIE: Estás muy seguro acerca de tu victoria, y aun no has recibido novedad. ¿Esas velas encendidas son una celebración?

ALEISTER: No son las luces de mi victoria lo que ves, sino las llamas negras que encendí en honor a mi funeral, pues ya viví demasiado.

NATHALIE: Qué poco sabe quien mucho cree conocer. He venido a mostrarte una visión. Simplemente calla y observa, después juzgarás si es una pesadilla o una premonición.

(La luz oscurece, y un telón blanco desciende a modo de pantalla. Se proyecta una imagen en blanco y negro en la que se ve a un hombre de raza negra sobre fondo blanco. Esta apoyado contra una pared, entre descansado y derrotado. Un líquido transparente, probablemente agua, gotea de su brazo extendido. Tiene los ojos cerrados y la cabeza caída. Súbitamente, la imagen cambia de positivo a negativo, lo blanco a negro y viceversa. La melodía que sonaba también cambia de relajada a inquietante y sobresaltada. Ahora vemos un hombre blanco sobre fondo negro, con un líquido oscuro, probablemente sangre, goteando de su brazo. Parece estar herido, inconsciente, tal vez muerto. Desaparece la imagen y la música baja de intensidad. Las luces vuelven a iluminar el cuarto de Aleister).

NATHALIE: Ya lo has visto, nada es lo que parece y cualquier cambio puede producirse sin dificultad. ¿Qué te ha parecido?

ALEISTER: Vaya...(Se levanta y pasea a lo largo de la habitación).

NATHALIE: Sí, medita, pues puede que esos pobres negros no fuesen tan indefensos, Debo irme.

ALEISTER: Creo que es posible, sí. Voy a pedir que me traigan noticias de la guerra.

NATHALIE: Harías bien, pero no te molestes. De un momento a otro te las traerán sin que las pidas. Bueno, me voy. Hasta que volvamos a vernos. (Abre la ventana y se dispone a salir por ella).

ALEISTER: ¡Espera! Nathalie, sólo...me preguntaba si...necesito saber cual la última estrofa de La Divina Comedia, cuando Dante está en el paraíso ante Dios y La Santísima Trinidad.

NATHALIE (Burlona): ¿Lo pides como última voluntad? Está bien, escucha mi recitar mientras suena la sinfonía final.

(La música suena).

Aquí mi alta invención fue ya impotente

Y cual rueda que gira en vueltas bellas

El mío y su querer movió igualmente

El amor que al sol mueve las estrellas1.

ALEISTER: ¿Morirías por amor?

NATHALIE: ¿Matarías por odio?

(Nathalie se va. Se cierra el telón).

ACTO V

El Viajero sobre el escenario.

VIAJERO: A poco de irse Nathalie, un criado entró en la alcoba de Aleister con malas noticias. Los ejércitos ingleses perdían soldados a montones, pues África se había aliado con Francia y prácticamente el resto de Europa, dando a Inglaterra una serie tras otra de golpes mortales. Ningún inglés encontró moneda de oro alguna allí, pero los rumores de la búsqueda corrieron y pronto todo duque o barón de cualquier parte del mundo deseaba la tan ansiada moneda. El mundo entero no tardó en estallar en guerra. Las cosas para Aleister se torcieron cuando su castillo fue invadido y su fortuna, volatilizada. Se vio obligado a escapar como vagabundo, viajando por todo el globo en guerra, buscando una moneda de oro que creía deber poseer. En el fragor de la batalla, el cruzaba como viajero perdido por regiones de destrucción, mendigando la mayor parte del tiempo, y no creyó morir. La guerra se extendió...

(El telón blanco desciende y sobre el se proyectan, en orden cronológico, imágenes de guerras, desde los cuadros renacentistas de la Edad Media a las fotos de los diversos conflictos del siglo XX, mientras suena La Cabalgata de las Valquirias de Richard Wagner).

VIAJERO: ...A lo largo de los siglos, hasta nuestros días. Nadie recuerda ya el sentido, pero tampoco la detienen. Y durante tanto tiempo, Aleister ha vivido en su purgatorio particular, pagando las consecuencias de una guerra estúpida y cruel, la que terminará destruyendo el mundo de los vivos. País tras país, ruega por su moneda de oro, el duque al cuyo miedo volvió mendigo. Yo lo sé muy bien, porque Aleister soy yo.

(El Viajero se quita el sombrero, y se descubre el rostro de Aleister).

ALEISTER: Y hasta que no encuentre mi moneda, no terminará mi purgatorio. No podré morir en paz e ir al infierno para ver a mis amigos, que están allí por mi culpa.

(Se sienta en el suelo y coloca el sombrero delante, como un mendigo. Parece adormecerse. Nathalie entra desde la izquierda. Se para frente a él y deposita algo en su sombrero. Aleister parece despertar. Se sorprende al ver a Nathalie, mira en el sombrero y alza una moneda de oro del interior).

ALEISTER: Sabía que, al final, vendrías.

NATHALIE: Órdenes de arriba. Parece que decidieron que llevabas ya mucho tiempo de penitencia. Pero a mi no me mires, si por mi fuera te habría mandado directamente al infierno.

ALEISTER: ¿Estoy muerto? Y, si lo estoy, ¿me acompañarás adonde tenga que ir?

NATHALIE: No estás muerto del todo, pero de eso me ocupo yo. Y no puedo acompañarte, pues a pesar de lo terriblemente solos que estamos tú y yo, el camino que debes recorrer es demasiado grande para nuestra soledad. Y ahora descansa, te espera un largo viaje. No olvides entregarle la moneda a Caronte.

(Aleister observa la moneda en la palma de su mano, mientras suena el himno celestial “Gloria in excelsis Deo” de Vivaldi, que es lo que suena en el purgatorio cuando un alma alcanza a pagar su castigo. Aleister cierra los ojos, y cae como dormido).

NATHALIE: Él no esta muerto, no duerme, ha despertado del sueño de la vida4.

(El “Gloria in excelsis Deo” sube de volumen y se funde en “Sueños diabólicos”, la última sinfonía que suena. Se cierra el telón.)

EPÍGRAFES Y AGRADECIMIENTOS

1. Fragmentos de La Divina Comedia, de Dante Alighieri.

2. Mención a El Cuervo, de Edgar Allan Poe

3. Fragmento de La Tierra Baldía, de Thomas Stern Eliot.

4. Fragmento de Frankestein, de Mary Shelley.

Esto es una visión particular de parte de La Divina Comedia, un homenaje a todos esos poetas y genios que un día caminaron entre los mortales, pero unos palmos más elevados. Gracias por la inspiración. Obviamente no cuento con los derechos para reproducir estos fragmentos de aquellas obras inmortales, así que asumo todas las consecuencias.

Para Natalia. Sin su ayuda, correcciones y apoyo no habría podido escribirlo. Gracias.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Prólogo de mi novela, aun sin título definitivo.

Prólogo

1. Artista.

La he esculpido con cinco lóbulos en una misma oreja, pero aparte de eso, es bastante bonita y visceral, es la nueva obra maestra de mi colección. Descansa en el pedestal, frente a mí, y el barro de su cuerpo empieza lánguidamente su labor de secado, tiempo al tiempo. Aun hay barro en mis manos, lo que me acredita como su creador, su dueño. Aunque mi primera reacción sea limpiármelas en mi desgastado delantal de trabajo, me las tengo que volver a ensuciar para terminar de retocar una zona debajo de los ojos, y darle algo más de forma al peinado. Moldeo la parte de arriba de la cabeza, y voy bajando surcando con los dedos los lugares en los que su larga melena lisa toma una forma diferente y encantadora. Tras retirar las últimas virutas de barro que sobran, creo que ya está definitivamente acabada. Lo sé porque lo que vive dentro de mi nueva creación ha comenzado a respirar, y sus sentidos se han activado dentro del barro. Sus ojos, los ojos de la escultura, son los ojos de lo que late dentro de ella. Ahora sí que es una pieza digna de unirse a las demás obras de arte de mi particular colección. Tiene la forma de un simple busto de una adolescente, pero la calidad es sublime. Rebosa vida y creatividad, pese a su simpleza, y no desentona entre las demás figuras de barro, aunque tengan otra forma y otro diseño, siempre tendrán algo en común. Brillan con luz propia.

Son mis criaturas, pero tienen un alma inmortal todas y cada una de ellas.

Alma.

2. Lisa

¿Por qué está todo tan oscuro?

¿Por qué noto esta ausencia de libertad de movimientos?

¿Por qué estoy aquí dentro?

¿Por qué hace tanto frío?

¿Por qué siento que mi cuerpo no está aquí?

¿Por qué se está cercando cada vez más esta prisión?

¿Por qué ya soy capaz de ver?

¿Por qué veo mi cuerpo tirado sin vida en el suelo, como si le hubiesen arrancado el alma?

¿Cuántas preguntas necesito hacerme antes de admitir lo que ya sé?

Ahora veo a J. Montresor Drake, el artista con más talento de este mundo, de pie junto a mí, terminando de moldear mi nuevo habitáculo. Me he convertido en la nueva integrante de su colección de esculturas de barro, y por ende, en la última obra de arte que forma parte de su magistral, insuperable colección.

No podría sentirme más orgullosa. Mientras me observa con satisfacción, con sus ojos color gris América moderna, sus manos y su ropa de trabajo aún manchadas de barro, siento que no habría podido tener más suerte a la hora de elegir a quien entregar mi vida. Quisiera poder decirle algo más, mientras coloca una etiqueta en el pedestal sobre el que existo: “LISA”. Ese fue mi nombre en vida y ese será el nombre con el que me identificarán como obra inmortal del maestro Drake, para el resto de eternidad. Ahora me coloca entre sus anteriores trabajos, un millón de humanidades de barro me observan y respiran al unísono, un millón de almas que me acogen en su reino. Un millón de humanidades esperando a que me funda con ellas. Y lo hago. No tengo ningún problema en hacerlo, ni parece que ahora tenga ya ninguna otra alternativa. Al cerrarse la puerta del armario, un millón de humanidades más una nueva se quedan solas con su millón más uno de oscuridades. Es hasta divertido.

¿No se hace demasiado larga esta eternidad? Dicen que el arte dura para siempre…Quizás me equivoqué al querer ser parte de ello.

¡¡¡Drake!!! ¿Dónde estás? Te necesito aquí.

Drake, ahora que no estás, quisiera decirte algo más.

Ya que me lo has quitado todo, quítame también la oscuridad en la que vivo. No es difícil para los devoradores de almas como tú. Mi alma será tuya sólo cuando puedas ofrecerme un sustituto fiable de la seguridad que me ofrece mi oscuridad, aquella en la que he vivido toda mi muerte disfrazada de vida. Hazme llorar, lo conseguirás todas las veces que te lo propongas. Sé que te gustaría besarme, ¿Y a quien no? A mí aun me queda el alma para fingir que te aprecio. Pero tengo el corazón contaminado de sangre negra, la que llueve aquí cuando muere un alma. A lo largo de estas paredes están mis amigas, inmortalizadas dentro de cuadros o esculturas, tan pesimistas como el ambiente que se respira aquí. Yo puedo oírlas cantar, ¿tú no? Son los ecos de la amistad muerta. Todo lo que vive aquí se marchita, como me marchitaré yo sin un alma. No quiero ser un objeto de barro. Quiero ser una canción oscura y gótica, que nunca deje de recordarse, y quiero morir en tí. Maldito artista cruel, tú tienes mi vida, mi alma y mi corazón, y hoy te lo entrego todo, y en las sombras de las que ruego que me despojes te muestro mi vida y te suplico que me cortes las alas. Te odio, y eso es mucho más bonito que amarte. Mátame ya y acabemos con esto.

martes, 12 de diciembre de 2006

Morirse en Bilbao (Metafóricamente)

La ciudad, eléctrica cual riff de Jimmy Page, rezuma vida y actitud mientras se despereza al amanecer, surgiendo de su fingido letargo nocturno, y mira al sol de invierno que fracasa en su intento de ensombrecerla con ese tipo de nubes grises que sólo se ven en el precavido horizonte de este pedazo de tierra. Desafiante como un Fórmula Uno en una carretera despejada, Bilbao provoca en el visitante el mismo efecto que la más recóndita de las naciones inexploradas. No hay que adentrarse en ella como un alegre y despreocupado turista propenso a recibir una puñalada por la espalda nada más llegar a la estación, sino como un pirata sediento de conquista de territorio virgen, siempre en guardia y preparado para mostrar sus credenciales. Nada más caminar entre los primeros entresijos de avenidas, se asombrará de encontrar las rarezas más inesperadas en cualquier insignificante recoveco. No pasará mucho tiempo, tal vez después de la primera parada en la más llamativa taberna o el más sombrío bar, cuando el caminante caiga en la cuenta de que, al igual que en un viaje iniciático, lo mejor que puede hacer es perderse y dejar de seguir un rumbo establecido, siendo arrastrado por la propia villa, un ente provisto de vida y sentimientos, en cuya órbita un satélite hambriento de emociones y conocimientos atrae a los incautos viandantes cada vez más cerca del centro de Bilbao. Parecerá que en este punto los sentidos se agudizan al límite, y las canciones, los bares, el ambiente, es todo un latido procedente del corazón de la criatura. La ciudad late con música y ríe con vino, y la gente también. Las horas correrán a igual velocidad que la cocacola al mezclarse con el vino en alegre armonía, pues ésta es la pócima de los magos y brujas que por aquí habitan. Como en las mejores historias, la noche se lleva la mejor parte. La oscuridad deja el terreno preparado para interminables desfiles y bailes de máscaras, ilimitadas sensaciones que chocan unas con otras y terminan estallando en el cuerpo de una mujer, pues Bilbao en sí es una mujer, educada dama de alta alcurnia cuando se viste con sus mejores galas, e incandescente muchacha de bajos fondos e inagotable pasión cuando se desnuda de madrugada. El caminante querrá agotar su vida para volver a nacer de nuevo en sus brazos.

viernes, 8 de diciembre de 2006

ABISMAL

“Todo el mundo es un escenario” – William Shakespeare.

En la mejor tradición de las historias que no le importan a nadie, empezaré por el final. Ahora rugen más fuerte que nunca, esos bastardos refugiados en sus butacas esperando el siguiente acto, rugen con violencia intentando acallar las voces del arte. Se creen cazadores en busca de la sangre de un dragón, y no van desencaminados. Este lugar, heredero de las más ancestrales cámaras griegas de representación teatral, se ubica en la cima de una montaña de difícil acceso, y a través de su estructura se llega al interior de dicha montaña, en donde tiene su morada un terrible dragón, viejo y enfermo, guardián de los más increíbles tesoros, y portador de la esperanza. El dragón se llama Libertad.

Entreacto, y el ejército de los renegados se tranquiliza. Por sus gritos, no les está gustando la representación. En tiempos anteriores, en éste mismo teatro de heroica localización, el siempre maravilloso elenco de actores que lo habitaban y protegían ejercía de defensa contra los invasores, y siempre salieron vencedores. Pero el tiempo es cruel, y siempre se lleva a los mejores, por lo que aquellos que defendieron sus ideales, sus elegías y sus epopeyas sobre el escenario terminaron cayendo, y la estocada que el enemigo aprovechó para herir al dragón fue casi mortal. Aun se mantiene vivo gracias a la esperanza que late junto a él, con sus alas quebradas aun sueña con volar sobre el mundo y reinar para siempre, pero su ilimitada sabiduría le mantiene al corriente de la desconfianza de los humanos y de sus pensamientos constantes en que todo sueño de libertad absoluta es una utopía. ¿Cómo reinar con un pensamiento en el que nadie cree? Quiere desvanecerse y flotar, para que en ningún lugar la cultura esté cortada por la idiotez y la violencia, y aunque son muchos los que lo desean, sus esfuerzos no son suficientes.

¿Libertad eterna? Claro que sí, piensan los renegados, pero sólo nuestra libertad para quitársela a los demás. No hay ninguna necesidad de teatros, ni bibliotecas, ni ritos estúpidos ni cultura que nos amargue la vida. Acabemos con su libertad y obtengamos la nuestra para siempre. Cacemos al dragón.

De esta montaña no se sale si no es con algo de cultura aprendida, manifiestan los actores, o se sale muerto. Defenderemos a muerte nuestro ideal, no es un objetivo cursi ni utópico si se hace con sentimiento, y se lucha desde el escenario. Esta noche, como todas las noches, empieza como una comedia griega, pero puede acabar peor que una tragedia de Shakespeare. Necesitaría vivir aproximadamente 5000 años para explicar de donde surgieron las primeras formas teatrales en la antigua Grecia y ni aun así entenderíais la pasión que puede suponer para nosotros. Es arte, es cultura. Simboliza la libertad que nunca debe ser censurada, coartada, condicionada ni limitada por nadie que se crea con el derecho a privar a los demás de algo que no entiende. La libertad es tan inmensa que no tiene límite, al igual que el abismo que os separa de ella. La verdad os hará libres, y la cultura os enseñará qué hacer con esa libertad.

Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre”. Jose Martí.

Cierra los ojos


Hoy. día 8 de Diciembre, inauguro mi Blog.

En él planeo publicar mis escritos. y de vez en cuando algo diferente. Los comentarios y críticas constructivas serán bien recibidos.
Larga vida al Rock n' Roll, a la buena literatura, al buen cine, al cómic, al manga, al anime y a la Libertad.