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lunes, 18 de diciembre de 2006

Sinfonía final

ACTO I

El escenario está cubierto de arriba abajo por sábanas rojo sangre. El resto del decorado consiste en una luna brillante ubicada en la parte superior derecha, entre nubes rojas de una tonalidad más oscura que el fondo. La parte inferior del decorado es un mural compuesto por cuadros de estilo Renacentista. Sobre el escenario, una figura es iluminada por los focos. Es El Viajero. Viste con ropajes anticuados, también renacentistas y parece que ha visto mundo: sus ropas están viejas y polvorientas. Un enorme sombrero tocado con una estrafalaria pluma negra corona su cabeza, la cual mantiene agachada, ocultando así la práctica totalidad de su rostro. Se apoya sobre un bastón de viaje. No se ve ningún rastro de su supuesto equipaje. Una melodía oscura e inquietante de violín nos introduce en el ambiente. La composición se titula “Sueños Diabólicos”.

VIAJERO (Recitando en armonía con la música):

“Por mí se va a la ciudad doliente

Por mí se va al eterno sufrimiento

Por mí se va a la gente condenada

Antes de mí no fue cosa creada

¡Oh, los que aquí entráis, abandonad toda esperanza!1

El foco que lo ilumina se desvanece y el escenario queda completamente a oscuras. La música crece en intensidad y se hace más angustiosa. Crece hasta llegar a una tonalidad brutal y cesa bruscamente, terminando en notas que lentamente se silencian.

ACTO II

Interior del castillo de Sussex, Inglaterra. Edad Media

El escenario se ilumina. Ya no hay música. Vemos lo que parece ser un salón medieval, con una larga mesa llena de manjares a la que se sientan 4 hombres y 2 mujeres, con lujosa ropa de duques y nobles de alta alcurnia en la Edad Media. Una chimenea encendida en la parte izquierda y un fastuoso sofá verde de 3 plazas en la derecha completan la escena. El hombre que preside la mesa es el más ricamente vestido de todos los asistentes, y su opulencia es la más notable. Es el Duque Aleister, dueño del Condado de Sussex.

ALEISTER: Y bien, mis queridos amigos...

HAZLITT (Interrumpiendo): ¡Brindemos por el cumpleaños del duque Aleister!

(Todos los comensales levantan su copa, incluido Aleister, aunque con menos entusiasmo).

TODOS (Menos Aleister): ¡Viva el cumpleaños del duque Aleister! ¡VIVA!

ALEISTER (Resignado): Gracias. Quería deciros que os agradezco a todos el acudir a esta fiesta.

DELUFELL: No se cumplen cincuenta años todos los días. Y si sólo fuese ese el motivo de esta celebración...

HAZLITT: ¡Eres duque, Aleister! ¡El duque de Sussex, el condado más importante de Inglaterra! ¡Te has convertido en uno de los hombres más poderosos del mundo!

MORTIMER: Sí. Creo que el reino de Inglaterra está muy próximo. De aquí a 5 años a lo sumo tendrás todo el imperio bajo tu dominio.

AILEEN: ¡Por nuestro futuro rey! Nathalie, ¿Porqué no nos recitas un poema que rememore para siempre el inicio de la era de Aleister?

HAZLITT: Eso, no sería mala idea, Nathalie. Me muero por escuchar nuevamente aquel del bohemio y el ave que irrumpía en su habitación2.

(Nathalie se levanta de su asiento, lentamente. Su vestido es negro, en contraste con los alegres colores de las vestimentas de los demás. El pelo rubio le cae suavemente. Apoya las manos en la mesa con firmeza, y mira a todos escrutadoramente.)

NATHALIE (En tono amenazante): Está bien, os recitaré una estrofa si eso es lo que queréis, si acaso no hay otra manera de silenciar vuestros elogios rezumantes de falsedad.

(Mortimer, Aileen, Delufell y Hazlitt se quedan boquiabiertos y la miran.)

DELUFELL: Pero...¿De qué hablas?

(Aleister también se incorpora, con expresión seria.)

ALEISTER: Ya sabes de lo que habla, Delufell. Todos vosotros lo sabéis. Y yo soy el máximo culpable de esta lamentable situación.

(Aleister posa su mano derecha sobre la de Nathalie, apoyada en la mesa).

ALEISTER: Recítanos, Nathalie. Algo que nos haga pensar y ser conscientes de nuestra deplorable humanidad. Y después te prometo que se acabaron las mentiras y lo contaré todo. Por favor, Nathalie.

(Nathalie retira sus manos de la mesa y camina unos pasos hacia delante, más cerca del público. Los comensales son bañados por una leve oscuridad, y una tenue luz se concentra en Nathalie, mientras suena una suave sinfonía de fondo.)

NATHALIE (Recitando):

En esta basura pétrea, ¿qué raíces prenderán?

¿Qué ramas crecerán? Hijo de hombre

No lo puedes decir ni adivinar, pues conoces sólo

Un montón de imágenes rotas donde el sol golpea

Y el árbol muerto no resguarda, el grillo no da alivio

Ni en la piedra seca suena agua. Sólo

Hay sombra bajo esta roca roja,

(Ven a la sombra de esta roca roja),

Y te mostraré algo distinto de tu sombra

En la mañana, siguiéndote a zancadas,

O de tu sombra que a la tarde se eleva hasta encontrarte;

Te mostraré el miedo en un puñado de polvo3.

(Fin de la música. La luz vuelve a iluminar la mesa, a la que Nathalie vuelve lentamente. Vuelve a tomar asiento mientras los demás la miran silenciosamente).

ALEISTER (Lentamente): Gracias...Nathalie.

NATHALIE: Es tu turno. Habla y haznos conocedores de tu verdad.

MORTIMER: Sí, parece que hay una verdad más allá de la que creíamos conocer...

AILEEN: Venga, Aleister. Nos has traído a tu roca roja, ahora muéstranos...

DELUFELL: Queremos conocer el miedo en un puñado de polvos.

HAZLITT: De polvo.

DELUFELL: Eso. Te escuchamos, duque Aleister de Sussex.

NATHALIE: Comienza.

ALEISTER: Bueno...

(Se oscurece la luz, y sólo Aleister es levemente iluminado).

ALEISTER: En la mejor tradición de las historias que no le importan a nadie, empezaré por el final. A lo largo de mi vida he cometido tantos errores como arenas hay en el mar. No soy un buen hombre. He llegado a los cincuenta años y soy Duque, pero si éste mundo fuera justo no habría cumplido la treintena sin haber sido ahorcado o quemado como un asesino, que es lo que realmente soy. Mi camino hacia la cima esta construido con cadáveres y bañado con sangre. Coloqué un cinturón de castidad a mi difunta esposa, maté a mis amantes en mi propia cama matrimonial, mandé envenenar a todos mis enemigos y quemé pueblos enteros y puentes. Y esto lo sabéis bien, de hace ya más de veinte años. Todos me prestasteis vuestra ayuda y vuestros ejércitos, y gracias a vosotros soy ahora duque. Y también uno de los peores hombres del mundo.

NATHALIE: ¿Todos? No guardo ese recuerdo..

ALEISTER: Eras demasiado joven, pero tu padre y yo éramos amigos. Aunque no al mismo nivel que los demás, me ayudó a tomar Kingsbridge.

NATHALIE: Lo sé. La mayoría de mis veinticinco años los pasé allí, y todos mis conocimientos tanto personales como artísticos salieron de Kingsbridge. Bueno, continúa.

MORTIMER: Espera...hace tanto tiempo de eso que no recuerdo los detalles del trato, pero si no me equivoco estaba acordado que nunca más se hablaría del tema, ni siquiera contigo.

DELUFELL: Es cierto, también me viene ahora a la memoria. Mi ejército barrió a varios enemigos tuyos del mapa para siempre.

HAZLITT: Y mis espías te informaron de la situación de los demás.

AILEEN: ¿Y a que viene todo esto ahora? Yo todavía no había nacido, no tenía ni idea de todo esto...

ALEISTER: Se debe a que he llegado al fin de una etapa de mi vida. Tengo cincuenta años, ¿cuántos pueden quedarme? Estoy viendo el final de cerca. Tengo un título importante, el que siempre he perseguido, pero me doy cuenta de lo que soy. No hay ningún tesoro oculto en el final del camino, ninguna sorpresa me aguarda tras el trono, sólo la constatación de que soy un criminal que tiene miedo de ir al infierno.

NATHALIE (suspirando): Tú también has leído a Dante, ¿eh? Me parece demasiado tarde para arrepentirte de tus pecados.

MORTIMER: Creo que ninguno de los aquí sentados, salvo Nathalie e Aileen, merecemos la salvación. No merecemos otra cosa que el castigo eterno.

ALEISTER: Hay algo más. Todos, mediante lectura de La Divina Comedia, conocéis sin duda lo que aguarda tras atravesar la puerta del infierno, excepto, quizás, Delufell...

DELUFELL: La verdad, nunca fui aficionado a leer a los clásicos...ni a los modernos.

AILEEN: Yo seguiré, Aleister. Siempre sentí predilección por ese pasaje. Tras llegar al Hades y atravesar la puerta del infierno, Dante y Virgilio llegan a orillas de la laguna Estigia, en las cuales las almas recién llegadas del reino de los vivos se agolpan, clamando y llorando por atravesar el río. El encargado de facilitarles esa labor es Caronte, el barquero del infierno, que surca las oscuras aguas a bordo de su embarcación, en la que transporta a los muertos hasta la otra orilla.

DELUFELL: ¿Por qué? ¿Qué es lo que hay allí?

NATHALIE: El Hades esta dividido en ocho círculos o prisiones, y la primera de ellas es El Tribunal Silencioso. En ella Minos juzga las almas que llegan atravesando la laguna Estigia y les otorga el castigo eterno que les corresponde.

ALEISTER: No nos desviemos del tema. Nathalie, ¿conoces las estrofas dedicadas a Caronte?

NATHALIE. Por supuesto. (Se pone en pie y recita):

Y he aquí que viene en bote hacia nosotros

Un viejo cano de cabello antiguo

Gritando “¡Ay de vosotros, almas pravas!”

No esperéis nunca contemplar el cielo

Vengo a llevaros hasta la otra orilla

A la eterna tiniebla, al hielo, al fuego

Caronte, demonio con ojos de fuego

Llamándolos a todos recogía

Da con el remo si algo se atrasa1.

(Toma asiento de nuevo).

ALEISTER: Gracias de nuevo. Pero hay una cosa que no se menciona en La Divina Comedia, y es en lo que quiero centrarme.

MORTIMER: ¿Te refieres a la costumbre milenaria de las monedas de oro en la boca de los difuntos?

DELUFELL: Francamente, no veo la relación....

AILEEN: ¿Por qué crees que en los funerales se colocaba una moneda bajo la lengua del cadáver? Y una moneda de oro, nada menos.

DELUFELL: Supongo...supongo que para que pudiesen pagar a Caronte para que les llevase en su barca. ¿Me equivoco?

ALEISTER: Claro que no. Sigue deduciendo.

DELUFELL: Pues...sólo los adinerados podrían pagar. Y los pobres se quedarían en la orilla, vagando para siempre, sin esperanza.

HAZLITT: ¿Y no sería eso mejor que entrar en el infierno y recibir un castigo eterno?

NATHALIE: No. Cumpliendo el castigo, puede que algún día Hades, el dios de los muertos, decida concederles el perdón, o les libere de sus tormentos. Que considere que han cumplido su pena, vamos. Pero pueden pasar miles de años. Aún y todo, es preferible a quedarse en la orilla sin ser...nada.

AILEEN: Una moneda de oro...ya no se encuentran en este mundo.

ALEISTER: Sí, hay una mina al norte de África en la que aún se obtiene oro puro. Y voy a invadirla.

HAZLITT: ¿Pero por qué? ¿Qué te han hecho esos pobres negros?

MORTIMER: No pretenderás hacerte con una moneda de oro para...

DELUFELL: ¡Aleister, todo eso no es más que un poema! ¡La moneda sólo forma parte de una antigua costumbre funeraria! Sólo es... una superstición.

NATHALIE: Siento contradeciros, pero todo es cierto. Yo he estado allí, en las prisiones infernales, y he visto a los condenados sufriendo y pagando sus pecados. Estuve dentro de la Judesca, el lugar en donde se erige el trono del señor Hades, y también observé a los aullantes agolpándose en la orilla, algunos con sus resplandecientes monedas aferradas firmemente, otros sin nada.

AILEEN: ¿Y te parecieron más desgraciados los que no tenían nada?

NATHALIE: Todos parecían igual de desgraciados, desnudos y vociferantes, hasta que Caronte llegó en su barca con su monstruosa apariencia, cogió las monedas que le tendían y subió a bordo a golpe de remo a los que le pagaron. La embarcación llena de muertos que se alejaba no parecía nada agradable, pero la imagen de los que se quedaban era desconsoladora. La absoluta pérdida de esperanza reflejada en sus rostros, y sus gritos de terror...

HAZLITT: ¿Cómo es que has estado en todos los lugares del Hades y estás viva? ¿Quién eres tú en realidad?

NATHALIE: ¿Yo? (Sonríe.) No soy más que una chica solitaria que en las tardes de los domingos, entre las sombras de mi alcoba, los difuntos veo pasar.

AILEEN: Nathalie tiene poderes sobrenaturales y puede pasearse por distintas dimensiones de tiempo y espacio, controla el sexto y séptimo sentido. Es un ser humano con cualidades superiores.

DELUFELL: Así que las brujas siguen existiendo...

NATHALIE: Pero a mi no me meteréis en la hoguera.

ALEISTER: Nadie lo pretendemos. No he terminado de explicar lo que quiero pediros.

MORTIMER: ¿Ahora también tenemos que ayudarte? ¿No tendrá que ver con tus ansías de invadir África y robarles una moneda de oro, verdad?

ALEISTER: Pues sí, es eso mismo. Necesito toda la ayuda que me podáis ofrecer, todas vuestras tropas y todo vuestro apoyo logístico para declarar la guerra a África. Una vez tenga esa moneda de oro en mi poder, no deberé temer a la muerte, pues tendré el pase para el Hades. Es lo último que os pido. No me queda mucho tiempo de vida y es mi última voluntad. No puedo prometeros nada a cambio, sólo el ducado de Sussex. Administradlo como decidáis.

DELUFELL: Aleister...¿Estás seguro de que quieres la guerra? Es algo absurdo, yo...supongo que te doy mi ayuda. Espérame en el infierno. Mañana mismo enviaré mis tropas a África.

HAZLITT: Si es tu última voluntad...Estoy con Delufell. Allí estará mi ejército, buscando tu moneda de oro. No es algo que corresponda con mis ideales, pero no creo que ninguno de nosotros seamos buenas personas, y ni mucho menos creo que una serie de buenas acciones borren nuestros actos de maldad del pasado. Tú eres nuestro líder.

AILEEN: Aunque no tengo experiencia, mi padre siempre decía que la mejor manera de ganar una guerra era ser amigo del que más amigos tenía, y éste es un claro ejemplo. Por nuestra amistad eterna, acepto. Aceptamos y nos condenamos. En el más allá pediremos perdón a los negros inocentes que vamos a matar.

MORTIMER: ¿Tengo alguna otra altenativa?

ALEISTER: Eres libre de decidir, ya lo sabes.

MORTIMER: No me parece en absoluto una decisión libre, más bien obligada. Y no me queda otro remedio que aceptar. También mi ejército atacará mañana a esos inocentes africanos. Nos veremos frente a Caronte.

ALEISTER: Y tú, Nathalie...supongo que es inútil preguntar.

NATHALIE: Eso es. No cuentes con ello.

AILEEN: Todos imaginábamos tu respuesta. Ojalá pudiese negarme como tú, pero no tenemos opción. Aleister es nuestro amigo y nuestro duque y le hemos jurado lealtad.

ALEISTER: Y por ello os estaré eternamente agradecido. Ya hemos hablado bastante, voy a retirarme a mi alcoba a descansar. Os invito que paséis esta noche en palacio, es demasiado tarde para regresar a vuestras casas.

DELUFELL: Brindo por ello.

(Todos, excepto Nathalie, alzan su copa y brindan).

TODOS EXCEPTO NATHALIE: ¡Por la moneda de oro! ¡Por el ducado de Sussex! ¡Por Inglaterra!

NATHALIE (Irónicamente): Por Caronte y el Hades.

(Suena de nuevo “Sueños diabólicos” y cae el telón).

ACTO III

Alcoba de Aleister, una semana después, a las dos de la madrugada.

Una lujosa y grande cama a la izquierda del escenario, sobre la cual duerme Aleister. Una ventana grande, oscura y gótica, a través de la que se introduce Nathalie sigilosamente.

Desenvaina una espada, camina hasta la cama y la hunde violentamente en el pecho de Aleister. Éste se despierta bruscamente, lanzando un alarido sobrecogedor. Se cierra el telón.

ACTO IV

El mismo escenario. Sobre una mesilla hay dispuesta unas velas negras en círculo.

Aleister duerme en su cama. Nathalie entra por el ventana y camina hacia él. Antes de que llegue, Aleister se incorpora con rapidez, asustado.

ALEISTER: ¡NO! ¡ALÉJATE DE MÍ, DEMONIO!

NATHALIE (Riendo relajadamente): Jaja...estás soñando. Esta vez no llevo ninguna espada, ¿lo ves? (Alza los brazos).

ALEISTER (Relajándose, se sienta en la cama): Vaya...he tenido una pesadilla terrible entonces. ¿Y tú cómo sabes lo que he soñado?

NATHALIE: Si supieras todo lo que sé y puedo llegar a saber...No como tú, que no distingues los sueños de verdad de los de mentira.

ALEISTER: Entonces esto de ahora, ¿qué se supone que es?

NATHALIE: ¿A ti que te parece? (Sonríe). Un montón de imágenes rotas, tal vez.

ALEISTER: ¿A qué has venido? ¿A traerme noticias acerca de la triunfal situación en África?

NATHALIE: Estás muy seguro acerca de tu victoria, y aun no has recibido novedad. ¿Esas velas encendidas son una celebración?

ALEISTER: No son las luces de mi victoria lo que ves, sino las llamas negras que encendí en honor a mi funeral, pues ya viví demasiado.

NATHALIE: Qué poco sabe quien mucho cree conocer. He venido a mostrarte una visión. Simplemente calla y observa, después juzgarás si es una pesadilla o una premonición.

(La luz oscurece, y un telón blanco desciende a modo de pantalla. Se proyecta una imagen en blanco y negro en la que se ve a un hombre de raza negra sobre fondo blanco. Esta apoyado contra una pared, entre descansado y derrotado. Un líquido transparente, probablemente agua, gotea de su brazo extendido. Tiene los ojos cerrados y la cabeza caída. Súbitamente, la imagen cambia de positivo a negativo, lo blanco a negro y viceversa. La melodía que sonaba también cambia de relajada a inquietante y sobresaltada. Ahora vemos un hombre blanco sobre fondo negro, con un líquido oscuro, probablemente sangre, goteando de su brazo. Parece estar herido, inconsciente, tal vez muerto. Desaparece la imagen y la música baja de intensidad. Las luces vuelven a iluminar el cuarto de Aleister).

NATHALIE: Ya lo has visto, nada es lo que parece y cualquier cambio puede producirse sin dificultad. ¿Qué te ha parecido?

ALEISTER: Vaya...(Se levanta y pasea a lo largo de la habitación).

NATHALIE: Sí, medita, pues puede que esos pobres negros no fuesen tan indefensos, Debo irme.

ALEISTER: Creo que es posible, sí. Voy a pedir que me traigan noticias de la guerra.

NATHALIE: Harías bien, pero no te molestes. De un momento a otro te las traerán sin que las pidas. Bueno, me voy. Hasta que volvamos a vernos. (Abre la ventana y se dispone a salir por ella).

ALEISTER: ¡Espera! Nathalie, sólo...me preguntaba si...necesito saber cual la última estrofa de La Divina Comedia, cuando Dante está en el paraíso ante Dios y La Santísima Trinidad.

NATHALIE (Burlona): ¿Lo pides como última voluntad? Está bien, escucha mi recitar mientras suena la sinfonía final.

(La música suena).

Aquí mi alta invención fue ya impotente

Y cual rueda que gira en vueltas bellas

El mío y su querer movió igualmente

El amor que al sol mueve las estrellas1.

ALEISTER: ¿Morirías por amor?

NATHALIE: ¿Matarías por odio?

(Nathalie se va. Se cierra el telón).

ACTO V

El Viajero sobre el escenario.

VIAJERO: A poco de irse Nathalie, un criado entró en la alcoba de Aleister con malas noticias. Los ejércitos ingleses perdían soldados a montones, pues África se había aliado con Francia y prácticamente el resto de Europa, dando a Inglaterra una serie tras otra de golpes mortales. Ningún inglés encontró moneda de oro alguna allí, pero los rumores de la búsqueda corrieron y pronto todo duque o barón de cualquier parte del mundo deseaba la tan ansiada moneda. El mundo entero no tardó en estallar en guerra. Las cosas para Aleister se torcieron cuando su castillo fue invadido y su fortuna, volatilizada. Se vio obligado a escapar como vagabundo, viajando por todo el globo en guerra, buscando una moneda de oro que creía deber poseer. En el fragor de la batalla, el cruzaba como viajero perdido por regiones de destrucción, mendigando la mayor parte del tiempo, y no creyó morir. La guerra se extendió...

(El telón blanco desciende y sobre el se proyectan, en orden cronológico, imágenes de guerras, desde los cuadros renacentistas de la Edad Media a las fotos de los diversos conflictos del siglo XX, mientras suena La Cabalgata de las Valquirias de Richard Wagner).

VIAJERO: ...A lo largo de los siglos, hasta nuestros días. Nadie recuerda ya el sentido, pero tampoco la detienen. Y durante tanto tiempo, Aleister ha vivido en su purgatorio particular, pagando las consecuencias de una guerra estúpida y cruel, la que terminará destruyendo el mundo de los vivos. País tras país, ruega por su moneda de oro, el duque al cuyo miedo volvió mendigo. Yo lo sé muy bien, porque Aleister soy yo.

(El Viajero se quita el sombrero, y se descubre el rostro de Aleister).

ALEISTER: Y hasta que no encuentre mi moneda, no terminará mi purgatorio. No podré morir en paz e ir al infierno para ver a mis amigos, que están allí por mi culpa.

(Se sienta en el suelo y coloca el sombrero delante, como un mendigo. Parece adormecerse. Nathalie entra desde la izquierda. Se para frente a él y deposita algo en su sombrero. Aleister parece despertar. Se sorprende al ver a Nathalie, mira en el sombrero y alza una moneda de oro del interior).

ALEISTER: Sabía que, al final, vendrías.

NATHALIE: Órdenes de arriba. Parece que decidieron que llevabas ya mucho tiempo de penitencia. Pero a mi no me mires, si por mi fuera te habría mandado directamente al infierno.

ALEISTER: ¿Estoy muerto? Y, si lo estoy, ¿me acompañarás adonde tenga que ir?

NATHALIE: No estás muerto del todo, pero de eso me ocupo yo. Y no puedo acompañarte, pues a pesar de lo terriblemente solos que estamos tú y yo, el camino que debes recorrer es demasiado grande para nuestra soledad. Y ahora descansa, te espera un largo viaje. No olvides entregarle la moneda a Caronte.

(Aleister observa la moneda en la palma de su mano, mientras suena el himno celestial “Gloria in excelsis Deo” de Vivaldi, que es lo que suena en el purgatorio cuando un alma alcanza a pagar su castigo. Aleister cierra los ojos, y cae como dormido).

NATHALIE: Él no esta muerto, no duerme, ha despertado del sueño de la vida4.

(El “Gloria in excelsis Deo” sube de volumen y se funde en “Sueños diabólicos”, la última sinfonía que suena. Se cierra el telón.)

EPÍGRAFES Y AGRADECIMIENTOS

1. Fragmentos de La Divina Comedia, de Dante Alighieri.

2. Mención a El Cuervo, de Edgar Allan Poe

3. Fragmento de La Tierra Baldía, de Thomas Stern Eliot.

4. Fragmento de Frankestein, de Mary Shelley.

Esto es una visión particular de parte de La Divina Comedia, un homenaje a todos esos poetas y genios que un día caminaron entre los mortales, pero unos palmos más elevados. Gracias por la inspiración. Obviamente no cuento con los derechos para reproducir estos fragmentos de aquellas obras inmortales, así que asumo todas las consecuencias.

Para Natalia. Sin su ayuda, correcciones y apoyo no habría podido escribirlo. Gracias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, que decir... Gracias a tí por dejarme formar parte en el desarrollo de uno de los mejores (si no el mejor) guión que has escrito. Me trae muy buenos recuerdos, y fue realmente apasionante poder formar parte de ello. A ver si nos ponemos pronto con el nuevo guión que ya estoy impacienteee!! jajaja. Bueno guapísimo, cuídate mucho, y deja de soplarme, jodeeer!!!! xDDDD

Saludos de Nathalie...

P.D.: ¿Matarías por odio?

Julia.. dijo...

buen guión