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sábado, 29 de diciembre de 2007

Cosmos Espiral Inmutable

- ¿Hasta dónde llegaremos en ésta vida?
- Bah, no pregunte y siga avanzando. Hay mucho más camino del que se ve en los periódicos.
- Ya llevo varios siglos avanzando, estoy cansado.
- Me parece excesivamente correcto, es más, está bloqueando el tráfico. Circule.

Dos hormigas en sus insectívoros trajes de astronauta charlan encima del panel de control de mi nave espacial. De una mirada las aplasto. Ya son demasiado tiempo escuchando sus insectívoras voces acompañando el viaje por la espiral. Es lo que creo que es esto, una espiral. Un edificio enorme, horizontalmente cilíndrico, con miles de escaleras de caracol concatenándose entre ellas. Personajes pasean por ellas, decenas de miles de ellos, y solo se saludan uno o dos. Los demás son fantasmas, y los personajes como yo sabemos muy bien que es lo que comen. De cuanto en cuanto en las escaleras se abre un páramo de espacio del que surge un escenario, y los personajes que se encuentran cerca de allí actúan en él. ¿El argumento? Cualquiera de mis recuerdos, son mis fantasmas, viven de mí para inspirarse. Miro por el ojo de buey de mi nave y me fijo en el escenario más cercano. Mis quince años. Botellones, un grupo de amigos, música. Una chica que me rechazó. Eran otros tiempos. No me gusta el actor que desempeña mi papel, así que cambio de obra. En un escenario de la parte izquierda, se rinde homenaje a mi graduación. Tampoco me gusta, han añadido demasiados detalles inventados. Visión comercial, quizá. No me gusta que alteren mis recuerdos, pero de todas formas soy el único que ve estas representaciones. Ya sabéis, “Siempre es la misma función, el mismo espectador…El mismo teatro en el que tantas veces actuó…”. Cuando no estaba aquí me encantaba aquella canción de los Héroes del Silencio, “La Herida” se llamaba. Antes, ahí fuera, me gustaba la música. Y leer, e ir al cine, y pasear, y ver el mar, y el cielo, y las estrellas. Ahora, este viaje interior es demasiado extenuante. Estar dentro de tu propia herida, es más, ser el instrumento que avanza desgarrando tu propio interior, tiene un punto de locura que me atrae, pero ya me cansa. No sé muy bien por qué está pasando esto. Me siento como un astronauta que de joven subió a un cohete, con esperanzas de fama, dinero y reconocimiento, y han pasado 50 años y sigue ahí arriba en el espacio, completamente solo y harto de todo. Cansado de ver estrellas y de ver el mundo desde arriba. Agujeros negros hay miles, de sobra, pero mi nave no se atasca en ninguno. Tengo la vejez suficiente como para estar hasta los cojones de todo. ¿Pero que puedo hacer? El hiperespacio es tan apasionante como esta espiral endemoniada. Esta espiral de mi vida es demasiado egocéntrica como para mostrar retazos de vidas de otras personas. Cada instante vivido queda reflejado en sus paredes con codicia, para ser repetido infinitas veces, con maldad. No van a conseguir que me vuelva loco recordándome todos mis fracasos, pues a causa de eso me destinaron al espacio. El cosmonauta, inmutable, regresa a casa a bordo de su transbordador y se encuentra con que todo ha cambiado. No hay campos, ni edificaciones, ni estatuas, ni torres del homenaje, ni ventanas, sólo hay un sol solitario estrellado en un boquete en el suelo, reluciendo y tratando de incendiar la tierra que lo rodea para liberarse, bajo un cielo huérfano de astro solar, sólo una vigilante luna que pende de un hilo de polvo lunar, balanceándose como un péndulo sanguinario que busca servir muerte desde arriba, y dejarme hecho una puta braga, agonizando en el suelo interestelar de mi nave interestelar en mi paseo interestelar, muy lejos de los mandos, muy lejos del control. Y de repente, tan inesperado como el olor del opio, ¡IGNICIÓN! Las ventanas se difuminan y avanzamos a gran velocidad, tanta que llegamos a una parte de la espiral en la que hay suelo firme. Y no hay nadie actuando en los miles de escenarios, ahora sin luz. Porque ahora el espectáculo está abajo, en las miles de tumbas abiertas, pues hemos llegado a un cementerio sin nombre. Y de esas tumbas surgen, cadavéricos y cenicientos, todos mis amigos muertos. Y actúan inmutables, resucitando aquél momento a mis diecinueve años. El orgasmo de dos cadáveres desentrenados de sentimientos vacíos y expresividad minimalista, mientras entre las tumbas serpenteantes destinos de traición me muestran el camino de los muertos, al final del cual veo las llamas de mi fosa ardiente. Pero aún no. Aún no. Cadáveres que me gritan sin voz, pero con recuerdos, que me instan a bajar y unirme a ellos como maestro de ceremonias, pero he descubierto que prefiero ser el más humilde e humillado espectador a convertirme en un líder de espectros vacíos. Esta vez tampoco valdrá la pena despegarme del suelo de mi nave. Desde allí me basta para imaginar que un día la espiral se rompe y arriba está otra vez el cielo negro y centelleante, listo para acogerme de nuevo entre las estrellas, elevarme sobre las ruinas de todo esto, que es todo. Y una vez de vuelta en el universo, ¿qué? Un nuevo paseo interestelar, tal vez sin fin, hasta que reaparezca esta maldita espiral que no deja de joderme la puta cabeza.

- ¿Hasta dónde llegaremos en esta vida? – Pregunta una hormiga astronauta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Saludos.

Gracias por pasarte por mi blog, ¿cómo lo encontraste?

Me alegra mucho que escribas. Yo también lo hago. Últimamente me siento realmente mal porque la inspiración en mí ha sido sustituida por los nervios y la inquietud, lo que me impide hacer algo productivo.

He leído en tu perfil que psicoanalizas. En cierto modo, yo también lo hago -además, quiero ser psiquiatra-. La gente dice que juego con sus sentimientos, pero eso no es así; les hablo y los conduzco a que digan algo que yo quiero, o a que hagan algo que yo quiero que hagan para que sean felices; para nada lo hago por mí. Me gusta mucho abrir los ojos a la gente y ser sincera, también.

He leído esta última entrada. Por lo que he visto en ella, tienes un estilo de escribir diferente al mío. Yo soy Romántica, quizás sea eso.

Y en cuando a Hades... sí, le odio.

Un saludo. Encantada. Mi nombre es Laura.