Vistas de página en total

jueves, 18 de diciembre de 2008

Monólogo íntimo para Christina Rosenvinge

Despiertas y otra vez quiero hacer la revolución en tu cama y declarar la guerra a tu ropa y volver a tropezarme con tu falda enrollada entre el naufragio que muere en el suelo y tu habitación debe de odiarme pues últimamente nuestro sudor esta matando el olor a pino Ambipur y me lanza trampas para que me vaya pero por ahora no puedo hacer eso y corro raudo a tu interior porque volver a estar dentro de ti sabe a salvación y volver a estar dentro de ti y ya van unas cuantas veces en las últimas horas y tu cuerpo por dentro parece una fortaleza y ojalá pudiera quedarme más tiempo algún día mientras arrecia la tormenta pero en este mundo por lo visto no es posible así que salgo y me entretengo escalando la parte superior de tu cuerpo mientras finjo que resbalo accidentalmente una y otra vez hasta que me encaramo sobre tu pezón y agarro los cabellos rubios daneses escandinavos que cuelgan y me abro paso entre tu pelo y creo que se te van a caer las pecas nórdicas y ya me apresuro a procurar que se queden pegadas en tus mejillas con los labios y me empleo en eso un buen rato y el diablo se debe de llevar el alma al salir porque he subido a tu ojo izquierdo y por lo visto debe hacerte gracia porque me golpeas con las piernas desnudas y entonces ahora sí te acaricio con las dos manos repetidas veces y cuando realmente podemos decir que nos volvemos a encontrar las narices después de tanto tiempo y creo que es ahí cuando volvemos a besarnos después de muchas horas y el sabor ha cambiado tras tanto tiempo encerrado como el vino y ahora sabe a despertar y a legañas y puede que yo tenga parte de culpa en eso al haberte chupado antes el ojo pero tu lengua tampoco es que se quede quieta y se venga y está algo más áspera que la vez anterior después de haber dormido y no para de moverse como una serpiente y ahora creo que es verdad que tienes raíces del norte y que en otra vida fuiste vikinga y por eso tu piel es tan blanca que te deslizas desnuda por todos los rincones de la habitación y puedes pegarte al techo y reptar por los cuadros mientras sin darme cuenta me empalmo de nuevo ligeramente y por casualidad y no sólo por ti sino porque suena el disco de Christina Rosenvinge y debo confesarte que todo este tiempo he fingido contigo y te he puesto su cara y su cuerpo y su voz y su piel y lo demás obviamente me lo he imaginado y no miento si te digo que no sé nada de ti y ya no creo que sea necesario saberlo porque debes de ser tan insulsa que con Christina no puedo y contigo sí.

lunes, 15 de diciembre de 2008

El toque de la honra

EL TOQUE DE LA HONRA


Jugaban.

Valga por Dios que ya advierte el hecho de que jugaban. A los libros. Los ve rondándose en la vieja librería, uno frente al otro. En mitad yacían torres de libros, y en la cima, uno abierto. Jugaban a preguntas y respuestas. Eso es lo que ve a través de la ventana. Y cuando uno ganaba, mandaba al otro de viaje. Así de fácil, lo señalaba con el dedo, después apuntaba al libro y decía “Tú, aquí”. Y el otro, él lo ve, desaparecía. Y por lo visto aun anda en el libro, vagando, o atrapado, o ni se sabe.

Vaho deja en la ventana. Desde el interior, vieron su cara de espía vislumbrando su juego. Se dieron cuenta de que estaba pasando frío, pues no sólo vivía en una temperatura diferente (allí siempre era Diciembre), si no también en un tiempo diferente. Y él los ve desde su presente, a través del vaho. El invierno es vaho en el cristal, nieve rodeando los pórticos, y chimeneas. Y entra en la librería, buscando todo eso. Y una vez allí, su tiempo cambió. Y cuando se juntó con aquellos dos hombres, todo era pasado. Jugó con ellos. Jugaron juntos. Jugaron contra él. Y él tuvo que jugar. Y no jugar a perder o ganar. Jugar a apostar. Y apostó. Con honra y valor.


Valiente diciembre que esperanza las almas humanas con gélidas promesas, para encenderlas. Diciembre necesita luces de llamas en su teatro, aunque los asientos sigan congelados. Es un juego fácil. Sólo tienes que apostar por la catarsis.


Francia.
Je suis une âme solitaire .
Antes me apuntalaba entero contra la puerta, impidiendo la entrada, y también para intentar sentir algo de lo que había afuera. Allí lo tenían todo, y yo tenía lo que les faltaba. Ahora ya no sé qué es todo y qué les puede faltar. Por eso ya no me restriego contra la puerta, ahora la tiro abajo. Más allá, Diciembre me acoge en sus gélidos brazos. Más allá, he dicho, pero no tengo ni idea de donde estoy. Un teatro. Un escenario. Vacío. Asientos vacíos. Llamas en las paredes. Son luces. No están vacías, es mi público. Tengo que demostrar que no estoy vacío, o acabaré como ellas. Su falso calor invita a desnudar. Y lo hago. Voy a darles lo que quieren, sentimientos crudos para cocinar, pues es lo que comen. De eso se alimentan. Pero no cae ropa. Desnudo mi alma, pues es la única forma de calentar el ambiente. Je suis une âme solitaire, y estoy listo para dejarlos a todos mudos con mi catarsis. Ésta es mi Love song. Mi toque de la honra.

Je suis une âme solitaire.
Y mi alma, entre otras cosas, ha sido siempre cobarde. ¿Y la tuya? Fría. Nunca ha querido compartir nada más que lo que a tu cuerpo le ha convenido, o a lo que se ha atrevido, o a lo que se ha dignado. Y yo nunca he osado imaginar que pudieras ofrecer nada más, y ese es tu gran defecto, el que te hace real en vez de protagonista de delirios de fantasía. Porque no eres versátil, eres predecible, eres una pared, totalmente plana, y no me refiero a tu pecho, me refiero a tu alma. Eres incapaz de hacerla arder. Incapaz. ¿Y la mía? Es solitaria, sí, pero por eso es un fénix. Porque en vez de resignarse y rendirse a revolotear cerca de ti por si acaso cayera algo (JA! como si fuera a pasar), vive en constante combustión, muerte, cenizas y renacer. Eres libre de acusarme de revolotear demasiado y no obtener nada. ¿Y qué? Mi alma no se alimenta de los bienes fugaces que mi cuerpo obtenga muy de vez en cuando, sino del fuego en el que arde cada vez que me hechizan unos ojos, o unas palabras, o unos andares, o, qué demonios, una mujer entera. Je suis une âme solitaire. Y mucho más valiente de lo que será jamás la tuya. Ya no me importa que pases de mí, que no sientas bastante menos que nada. Yo lo siento, y es lo primero que cuenta. Porque lo que yo sienta es lo que existe y lo que existe es lo que importa. Y lo que no existe, no existe en este mundo, dirás, pero has errado tus cálculos. Hay miles de mundos encima de éste, y en esos mundos tus sentimientos por mí están más que desorbitados, aunque tú no lo sepas. Y lo negarás, eres libre. Pero no eres nadie para quejarte de nada a estas alturas. Ahora puedo verte, sentada en uno de los asientos, sola. La única asistente de todo el teatro a esta función ardiente. Y es a eso a lo que te limitas, a escuchar y avergonzarte de haber perdido. Porque sabes que has perdido. Soy yo el que se está dejando la piel y sudando en un escenario que está ardiendo, porque ha sido mi alma quien le ha prendido fuego. Y a lo mejor finges que no estás entendiendo lo que digo. También me conozco esos trucos, siempre los habéis usado, tú y el resto de la gente. ¿Quieres escucharlo claramente? YA NO ESTOY RIDÍCULAMENTE COLGADO SÓLO DE TI. Je suis une âme solitaire. Pero no soy un alma estúpida ni vacía, y tú no me llenas ni de coña. No porque no valgas tanto la pena, que por lo visto ya no lo haces, sino porque no soy tan simple como para resignarme a sufrir por alguien como tú, que nunca ha corrido a gran velocidad por las llanuras de un libro, o navegado su pincel a través de los paisajes de un cuadro, que nunca ha creado nada. Yo vivo así. ¿Qué fuego puedes crear tú? Ni aun en tu mayor esplendor de creatividad artística el más ardiente de tus fuegos llegaría jamás a derretir ni siquiera la cera. Así nunca echarás abajo los muros de hielo que aprisionan tu alma. Yo ya no espero nada de ti. Y sí, yo sí podría derretir tu hielo y hacerte sentir viva. Yo, sí. Je suis une âme solitaire. Y esta alma solitaria es capaz de hacerte volar. Eres libre de consumirte en el fuego que a estas alturas ya está incendiando éste teatro de Diciembre. O puedes escapar y fundirte en el frío al que perteneces, porque desengáñate, esta alma solitaria ya no va a tocarte con su honra. No eres tú quien se merece el toque de la honra.

En cuanto a ti (entiéndase que no me refiero a la misma soplapollas de antes, sino a otra mujer por suerte –creo- totalmente diferente), quiero idealizarte. Sé que suena exagerado y peligroso, y con tendencia al fracaso, pero a pesar de todo, como ya he dicho, ahora ya no me importan los bienes carnales o la ausencia de los mismos. Para que lo entiendas mejor, y a expensas de cargarme el ambiente creado, ya no me importa enrollarme o no contigo o con quien sea. Lo que importa es el fuego que siento y que quiero seguir sintiendo. Por ti, en estos momentos. Qué se le va a hacer ahora, ya lo había decidido hace mucho y estoy orgulloso de haberlo conseguido sin forzar ni estropear nada. Quiero idealizarte, compartir contigo paseos invernales en los que también miraremos como el mar se come a la nieve, a la luz de tantos nombres que nos miran desde abajo, y a la sombra de los que ya no están, y al calor de las cosas que aún importan, como los comentarios sobre las cosas que aun importan, que no desvelaré para no desvelar aun más tu nombre en esto que se ha convertido en confesión, Je suis une âme solitaire, y hasta que dure nuestro entendimiento mutuo, FUEGO CAMINA CONMIGO, pongo fin a esta catarsis y a mi toque de la honra. Esta vez he ganado yo.