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jueves, 9 de septiembre de 2010

Quisiera decir algo

La escasa actualización de este blog, que cuatro años después de su creación no ha conseguido el objetivo que buscaba, se debe a que sólo publico los escritos que no forman parte de mi novela en curso. Y estos se reducen al guión y artículos anuales para el concurso que no dejo de ganar año tras año porque necesito dinero para irme a Barcelona a ver algún concierto de la vieja gloria de turno y hacer turismo por una ciudad que me atrae tanto.

Pero no era esto lo que quería decir. En realidad, los guiones teatrales que tanto ganan no hacen sino demostrar mi absoluto desconocimiento del mundo del teatro y el menor interés por solucionarlo. No son más que adaptaciones a dicho formato de historias que pasan por mi mente con mucho componente de martirio, confesión y ficción autobiográfica. Y sobre todo, como me gustaría que fueran las cosas, exageradas, antiguas, atemporales, vistosas, oscuras, decadentes... como ya he dicho, ficción. La defensa de su existencia y la lucha por expandirla es el motivo por el que escribo, y escribo por ansiedad.

Queda mejor llamarlo angustia existencial, y es verdad. Hay mil razones por las que uno escribe, y todas son válidas. Pero la angustia existencial la sentimos todos. Las demás (rabia, frustración, deseo, necesidad de contacto, necesidad de compasión, búsqueda, sensación de pérdida, sueños, mostrar admiración, dedicar cariño, recordar, superar, criticar, declarar la guerra, crear afinidad, egocentrismo, ansia de éxito, desahogos, hacer dinero, amor), todas se reducen a la propia expresión, y el objetivo final no es otro que la comprensión mutua con otras personas. No hay tal cosa de mayor importancia que esa en el mundo.

Nos expresamos para conectarnos con otras personas y sufrimos porque no lo conseguimos, o porque no agradamos a las personas que deseamos y agradamos a las que no deseamos. Y nunca es suficiente, o no lo es por el tiempo necesario. Ese es el motivo de todo. Por eso nos abrimos blogs y escribimos lo que llevamos dentro, o lo que creemos que nos va a dar la mejor imagen para conocer a las personas -esperemos- más afines a nosotros o a como nos gustaría ser. Pero eso tampoco funciona, porque la afinidad inicial no pasa de ahí. En la vida real y aquí, estamos condenados a no encontrar a quien idealizamos e idealizar a quien encontremos que nos acepte, porque es mejor que nada. Conformarse y pensar que es lo mejor de lo que había. No. Es lo mejor a lo que podemos aspirar.

Y al final, da lo mismo. Nadie puede calmar esa angustia ni impedirnos volver a la ficción como refugio contra el mundo real, porque eso es lo que es. Una evasión en la que nos llenamos la cabeza con cosas como justicia, intriga y relaciones como mayores problemas para evitarnos hacer frente ahí fuera a la necesidad de progresar en la vida, tener un coche, un trabajo, una posición social y demás Maslows. Porque aquí duele menos hundirse.

Me gustaría pensar que alguien interesante va a leer esto y por querer saber más de mí va a visitar mi novela en construcción. Por mucho que lo repita no va a hacerme mejor. No soy, en terminos reales, estadísticos y objetivos, más merecedor de atención por estar escribiendo una. La mayoría de la gente que lo hace en serio lo menciona mucho menos y le dedica mucho más tiempo, porque no tienen esa necesidad de atención que yo siento. Y esa necesidad de atención es lo que repele a las personas que me interesan. Y además, la novela no es demasiado brillante. Sólo hay destellos ocasionales. Pero vivo para escribirla y el puerto sigue al lado del mar.

Esta incapacidad de influir agota. Pese a ello, creo que una obra de ficción ha cumplido con su cometido cuando personas que no tienen nada en común se reunen en una terraza al sol con sus vasos y hablan de ella. Me gustaría conseguir eso. Y que sea importante para alguien. Dará igual que no sea a nadie de "mi lista fantasiosa de personas interesantes" (que no lo será). Sólo por ello tendrá mi gratitud. Después de todo, gustar es lo que perseguimos para saber que sienten por nosotros lo mismo que nosotros sentimos por las cosas que nos gustan.

Y a mí me gustan muchas cosas. Escribir, el mar, las canciones de piratas, los bosques y montes, las catedrales, la mayoría de las ciudades, los trenes, algunas de mis amigas, los capítulos buenos de los Simpson, el cine de Akira Kurosawa, las callejuelas ancladas en otro tiempo, los sueños, las buenas amistades, el orujo de la sierra, el badminton, la buena música, las cabañas nevadas con chimenea encendida, cualquier tipo de buen cómic, Catalunya, Euskadi, Castilla, Andalucía, Cantabria, Plymouth, las series de HBO, la gente que va sola a los conciertos, los videojuegos con historia como el primer Mafia, la cerveza, las tormentas y este blog.